Recuerdo las primeras semanas en casa con mi hijito, mirándolo maravillada mientras él dormía. Y cuando se despertaba o lloraba, lo único que quería era cargarlo en mis brazos. Tontamente, muchas veces no lo alcé porque creía que lo iba a mal acostumbrar.
De a poco me di cuenta que tanto mi hijo como yo éramos más felices cuando “sucumbía” a la tentación de cargarlo. Incluso lloraba menos. Pero mi abuelita no dejaba de recordarme que sólo lograría tener un niño que sería incapaz de estar calmado fuera de mis brazos.
Lo que dice la ciencia
Ahora sé que los expertos en desarrollo infantil dicen que es imposible malcriar a un bebé recién nacido. Al contrario: el contacto físico hace que los infantes se desarrollen mejor, ganen más peso y a la larga sean más tranquilos. Esto es aún más importante con los prematuros, ya que se ha comprobado que el sentir el calor de la piel de la madre beneficia tremendamente a los bebitos nacidos antes de las 37 semanas de gestación.
Así que sigue tus instintos. Si crees que tu hijo necesita sentirte cerca, ya sea porque quiere protección, calor o cariño, no tengas miedo de cargarlo en tus brazos. Según los expertos, ayudarás a que se sienta seguro y a que llore mucho menos en la segunda mitad de su primer año de vida.
Por supuesto que conforme vaya creciendo, tu bebé aprenderá a manipularte. Pero eso realmente se empieza a dar después de los seis meses de edad y es ahí cuando puedes empezar a ponerle límites. Si es que lo deseas, claro está. La buena noticia es que para ese entonces, ya es más fácil diferenciar las causas del llanto y por lo tanto, saber si tu chiquilín realmente necesita algo o si se está portando caprichosamente.
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