Nos imaginamos el parto y se nos llenan los ojos de lágrimas, cargando esos pensamientos con toda, absolutamente toda, la emoción que tenemos. ¡Nos empiezan a dar ganas de conocer a nuestro bebé, aunque también de conservar la panza! ¡Imaginamos su cara, su llanto al nacer, lloramos....! ¡Nos imaginamos al bebé en brazos, tomando la teta, a upa del papá, lloramos...!.¡Nos imaginamos dando la noticia y sintiendo la reacción de los demás, lloramos...!
Llegó el día. Parimos. No fue lo que esperábamos. Pero ¡no porque salió algo mal, no! ¡Todo lo contrario!. ¡Salió de maravillas, tuvimos contracciones, dolieron, tuvimos trabajo de parto, pujamos, pujamos, nació!. Episiotomía, (que no sentimos en el momento), peeeero no lloramos como Andrea del Boca en el momento del parto, sentimos ese amor incondicional por nuestro hijo al mirarlo lleno de líquido amniótico, teníamos miedo a no reconocerlo cuando nos lo llevaran al cuarto, etc. Lo cierto es que el momento del nacimiento de un hijo está cargado de mucha emoción y expectativas. Nada nos dice que ese día va a ser tal cual lo soñamos. Y cuando esto no ocurre, no quiere decir ni que seamos malas madres por no llorar como suponíamos que íbamos a llorar, ni por preferir que la primera noche duerma en la nursery, ni porque no sentimos: -"¡oh, lo mejor del mundo fue parir!". Y más aún, de pronto podemos terminar en una cesárea. Claramente no era lo que imaginábamos para este día, (o sí, pero no podemos decirlo porque no se escucha bien), pero finalmente estamos los dos bien, con salud, abrazados, con el bebé a upa, luego de haber sido "ayudado" a nacer, tomando la teta... y nosotras sabiendo y diciendo: - "no fue parto natural", como si eso también hablara del tipo de mamá que seremos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario