viernes, 15 de noviembre de 2013

De mamá a mamá: Estoy trabajando y tengo un bebé


Ha sido un año bastante fácil y entretenido, debo decir. A pesar de varias noches trasnochadas, olor a vómito, cansancio generalizado, estoy MUY satisfecha. Con todo; mi rol de madre, de esposa, de profesional... mi vida en general. No sé, y no creo, que esté haciendo todo tan maravillosamente, pero ¿cuánto podemos exigirnos? 

Cuando comencé a trabajar, Nicolás tenía 6 ½ meses. Todavía lo amamantaba, aunque ya no subía suficientemente bien de peso, y una de sus comidas era una sopa de carne y verduras y además fruta. Mi horario de trabajo me impidió sólo darle una de sus papas, que gustosamente reemplazamos por leche en polvo, para que subiera mejor de peso, que es lo que había indicado el doctor. En realidad ya correspondía, por lo mismo, que lo dejara de amamantar, pero no quise hacer el cambio tan brusco, de salir de la casa y dejar de alimentarlo. Así que fui de a poco, pero al mes de estar trabajando, ya tomaba sólo leche en polvo, y muy luego sus hábitos cambiaron a dos mamaderas y dos comidas al día, lo que hizo todo más fácil. 

Yo había entrenado a Nicolás a hacer su "vida independiente". Lo dejaba a ratos solo, a veces salía horas, y él quedaba en casa, con una niñera con que se llevan inmejorablemente bien. Eso influyó mucho en que no me preocupaba demasiado dejarlo sólo con ella, porque era una persona muy adecuada y Nicolás era feliz con ella. 

Así que, todo lo demás arreglado, sólo faltaba saber cómo iba a reaccionar yo, trabajando todo el día, y viendo a Nicolás muchas menos horas que lo habitual, y llegando cansada del trabajo en la tarde. 

Afortunadamente no fue ningún problema. Si bien salgo cansada de la oficina, es un cansancio "intelectual". Al día siguiente en la mañana, especialmente los lunes, llego muy cansada físicamente. Pero se complementa perfecto el descanso del cuerpo en la oficina, y el descanso de la mente en la casa, jugando con Nicolás. Además, así es como siempre imaginé mi familia: conmigo trabajando. Yo crecí así, mi mamá y papá eran médicos, y lo pasábamos muy bien. Los mejores momentos que recuerdo de niña los pasé con ellos, y también recuerdo que apreciaba mucho los momentos en que no estaban, para hacer las cosas que no se pueden hacer juntos, como jugar con las amigas vecinas, ver televisión, pintar... 

Mi marido también estaba de acuerdo con este modelo, y aunque no haya aparecido a estas alturas en esta columna, es el gran ángel guardián que ha hecho todo esto posible. Cuando estoy muy cansada (y aún cuando no lo estoy) él me ayuda mucho, y disfruta mucho jugando con Nicolás, que le retribuye teniendo un caso agudo de "papitis" en vez de la clásica "mamitis". 

Ahora nos arreglamos así: En las mañanas si despierta antes que me vaya a la oficina, yo le doy la mamadera. A veces se la da su papá, si todavía es temprano y yo estoy atrasada. Si no se despierta antes de que me vaya, se la da su niñera. En mi hora de almuerzo, a veces puedo ir a la casa, y jugamos ese rato. Mi marido va casi siempre a esa hora, porque trabaja más cerca de casa. Y en la tarde cuando llego, la niñera se va, y jugamos por 1 hora antes de la hora de comida. Generalmente come muy bien, así que también lo pasamos bien durante esos momentos. Luego, cuando mi marido llega, cenamos (generalmente quedó preparado por la niñera, pero mi marido nos la calienta y sirve) y jugamos con Nicolás, hasta que se queda dormido. Desde que llego deben ser unas 3 ½ ó 4 horas. Se queda dormido tarde, pero por suerte no despierta casi en las noches, así que no dormimos mucho, pero sí bien. 

Los fines de semana los aprovechamos al máximo juntos, aunque ya hemos empezado a hacer más vida social de noche, e incluso se ha quedado a alojar en casa de mis papás un día. Como ya está acostumbrado a que a veces no estamos, pero siempre volvemos, lo pasó estupendo, durmió perfectamente, y despertó feliz, especialmente cuando vio al perro y los gatos de sus abuelos

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